Desde muy pequeño me encantó estar delante de las cámaras y posar cuando mis familiares grababan en comidas y cenas.

Con el paso de los años, mi intriga por congelar momentos fue a más y empecé a coger la cámara compacta de mi madre a escondidas para hacer fotos a mi gato y grabarme haciendo cosas sin sentido. Un día decidí enseñarle un vídeo que grabé en un concurso de hípica y fue entonces cuando quité mi vergüenza. Hablé con mis padres de las redes sociales e internet y me dejaron crear un canal de YouTube y una cuenta de Instagram.

La cámara se acabó estropeando de tanto usarla y empecé a utilizar el móvil de mi padre. Fue entonces cuando mis padres decidieron regalarme mi primera cámara réflex con un par de objetivos.

Comencé a llevar la cámara a todos lados y fui cogiendo soltura con el modo manual. Una vez conseguido esto, empecé a tener curiosidad por el modelaje viendo las diferentes páginas web de tiendas de ropa. Cada semana quedaba con mi mejor amiga para hacer fotos en diferentes ubicaciones de mi ciudad pero al final ella se cansaba de hacer tantas fotos. Entonces comencé a ahorrar y me compré un trípode para así poder hacerme fotos a mi mismo con diferentes outfits con el fin de seguir publicando contenido en las rede sociales.